Semanario Los Ecos (sábado 27 de noviembre de 1982)
Todo un pedazo de historia
Don Vital y el pueblo de mis abuelos
Cuantas veces se habrán emponchado con la soledad de la calle del hilo, pasando cuatro vacas, o las ovejas (para aliviar la chacra) y de una escapada llegarse al paso obligado a probar suerte en algún tirito a la taba.
Cuando los animaba don Bernardo Dupuy, cuantas ilusiones y cansancios haciendo cola en la estación, con un carro playo, detrás de Mariani o Román Lissarrague, esperando que la cuadrilla de Losada les descargara para poder engordar la libreta que tenían en lo de Álvarez, Castrezzana y San Román, y así asegurar el almacén para todo el año.
Si habrán caminado estas calles, entrar al hotel de Goñi y admirar al Dr. Baldomero Fernández Moreno, entre libros y poesías, o en el bar "La Unión" del padre de Berísimo Martín y Julián Sánchez, o entre risas convidarse una caña en la fonda de García, o terminar discutiendo, después de un truco, en el boliche de Sanseau.
También aprendieron a querer el pan de Ferrer; un sermón del Padre Lacunza, o del Padre Idoy, y a pelear contra la inundación del 19. A traer unas rejas a la herrería de Moldes porque a Torrecilla se le debían las anteriores; anotarle unas vaquitas a Atanasio Navarro para su feria y así poder pagarle a Clavijo la cosecha que les había levantado con esas trilladoras que para arrancar las tiraban con cuatro bueyes.
Y amigos se encontraron en una galopeada hasta Ombú en busca de una correspondencia que deseosos esperaban del otro lado del charco, pasar por lo de Maqueda y Sotelo para hacerles revolver los tarros en busca de un vuelto por algún kilo de mostacholes.
Y amigos entraron a lo del "gordo" Cordero; a la carnicería de Delaude o a la "fotografía" de Scavuzzo para ser retratados en una pose con clavel, moñito, o un alfiler de gancho en la solapa.
Cuantas preocupaciones que sólo el Dr. Francisco Cassacia Llanos develaba después de escucharle decir "33" o al entregarles sus compañeras a doña Anita Hoesktra para que las ayudara a ser madres y se las devolvía con una criatura, que ya crecidos se la confiaban a Baquero para que les enseñe los primeros y aburridos "palotes".
Con que ojos de asombro mirarían doblar por un baldío al imponente Oberland de Bernardo Dupuy y entre revoloteo de pollos y gallinas deslizarse al nuevo Ford T de Miguel González, o escuchar las últimas noticias en una radio, que sólo estaba en la librería de Arias.
Y éste fue el pueblo que me pintó Don Vital, ...mis abuelos no me lo pudieron contar.